viernes, 18 de julio de 2014

Kandel y el LSD

De Sigmund Freud se cuentan muchas cosas en relación con la cocaína. No voy a entrar mucho en eso, aunque en el Libro negro del psicoanálisis se cuentan un par de conventillos de lo más patéticamente entretenidos al respecto. Entre otras cosas porque involucran personas de carne y hueso. Pero hoy me voy a dedicar a otro entusiasta del psicoanálisis: Eric Kandel. Y los que circundan la literatura de la neurociencia prenderán las antenitas de vinil.

Kandel es palabra de referencia como investigador de la memoria. Comparte, para agregar más, la autoría de uno de los manuales de neurociencia más exitosos que se han escrito. Y por si fuera poco, ha recibido el premio Nobel de medicina en 2000.

Hay un hecho menos conocido, sin embargo, y es que nuestro amigo Kandel se dedicó a la investigación sobre los efectos del ácido lisérgico en las primeras etapas de su formación científica. Y es lo que relata al comienzo del capítulo séptimo de su libro En busca de la memoria (publicado en español por Katz).

Kandel venía de estudiar medicina, y de pasar una temporada trabajando en el laboratorio del pionero de la neurociencia Harry Grundfest. Todo esto ocurre durante la década del cincuenta del siglo pasado. Grundfest sugiere a Kandel que se asocie con Dominick Purpura, un neurocirujano convertido en investigador de laboratorio. Así lo narra Kandel:

“Cuando lo conocí, él acababa de tomar la decisión de dedicarse al estudio del córtex, la región de mayor desarrollo cerebral. Dom estaba interesado en los fármacos que influyen sobre la mente, de modo que los primeros experimentos que compartimos tenían que ver con el papel que desempeñaba en la producción de alucinaciones visuales un agente generador de efectos psicodélicos, el LSD (dietilamida del ácido lisérgico)” (En busca de la memoria, p. 129).

Kandel cita como antecedentes las investigaciones informales y no académicas de Aldous Huxley, narradas magistralmente en su escrito Las puertas de la percepción. Y continúa:

“La capacidad del LSD y de otras drogas similares para alterar la percepción, el pensamiento y los sentimientos de un modo que sólo nos es accesible en los sueños y en los estados de exaltación religiosa la distingue radicalmente de otros tipos de drogas. La gente que toma LSD a menudo tiene la sensación de que su mente se ha expandido y dividido en dos: una parte organizada, que experimenta los efectos perceptivos intensificados, y otra parte pasiva, que contempla los acontecimientos como un mero observador. Por lo general, la atención se vuelve hacia el interior y se pierde la discriminación neta entre el yo y lo que no lo es, lo que genera en la persona que usa LSD la sensación mística de formar parte del cosmos. En muchas personas, las distorsiones de la percepción adoptan la forma de alucinaciones visuales; en otras, el LSD puede causar reacciones psicóticas similares a la esquizofrenia. Por todas estas propiedades notables, Dom quería averiguar cómo funcionaba el LSD.” (p. 130).

Con anterioridad, los neurocientíficos D. W. Woolley y E. N. Shaw, demostraron que el mecanismo estaba asociado con la serotonina. Se usó musculatura lisa del útero de la rata, con el resultado de que el mecanismo detectado era que el LSD se unía a los receptores de serotonina, desplazándola. Kandel y Purpura lograron probar que el mecanismo podía variar de acuerdo con los tejidos, usando para ello corteza visual de gato:

“Anestesiamos a los animales, trepanamos el cráneo para dejar al descubierto el cerebro y colocamos electrodos en la superficie de la corteza visual. Descubrimos así que en la corteza visual, la serotonina y el LSD no se oponen entre sí, como ocurre en el músculo liso del útero. No sólo tenían el mismo efecto inhibitorio de las señales sinápticas, sino que tenían además un efecto recíproco multiplicador. En consecuencia, nuestras investigaciones, así como otras provenientes de otros laboratorios, parecían contradecir las ideas de Woolley y Shaw de que los efectos distorsivos del LSD se debían al hecho de que bloqueaba la acción de la serotonina en el sistema visual. (Hoy en día, sabemos que la serotonina actúa sobre dieciocho tipos de receptores cerebrales y que, aparentemente, sus efectos alucinatorios se deben a que estimulan uno de esos receptores, propio del lóbulo frontal del cerebro” (p. 131).

De la cita anterior yo resaltaría la palabra “aparentemente”. La razón es que mucha neurocháchara en circulación es menos precavida en la exposición prematura de resultados y sus interpretaciones. (De lo cual no podemos acusar a Kandel, cuyas afirmaciones “aparentemente” respetan la prudencia propia de un buen científico practicante). En particular, no ha faltado neurocháchara aplicada al delicado tema de la serotonina.

Sobre la sensación mística y cósmica que a veces se asocia con el LSD y otras sustancias psicoactivas, existe un interesante y reciente VIDEO del psicólogo Jonathan Haidt, que recomiendo calurosamente a los interesados.

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